miércoles, 8 de junio de 2011

dia de la madre

Esmeralda levanto la vista y entre las flores y el follaje de los árboles, alcanzó a ver los colores del amanecer, en el cielo del valle. Escuchaba cantar al “dichoso fui” desde antes del alba y mientras el dia llegaba, le parecía que ella se desvanecía.
Recordó con tristeza, su infancia y adolescencia trabajando el campo, como cualquier peón y cuando decidió dejar los abusos de la casa paterna atrás, para irse a vivir con Chepe cuando aún ni cumplía los quince.
Vino a su mente, aún más vívido el tiempo en que vivió con Chepe, siempre borracho y golpeándola casi a diario; la vez que lo amenazó con matarlo y de cuando Chepe apareció machetiado a la orilla del rio sucio.
Se dio la vuelta y alcanzó a ver entre penumbra a lo largo, la vía, no se veía un alma. Por esa vía del tren que cuando era pequeña, sacaban las cosechas del valle; donde Chepe la violó, antes de irse con él; por donde sus hijos caminaron tantas veces de camino a la casa.
Se acordó cuando la Zuleima y la Lorena eran chiquitas, cuanto la querían y necesitaban, lo que le tocó cuidar a Pedro, siempre descarriado, borracho como el tata y al que siempre “tuvo la mala suerte” de estar en los lugares equivocados, en los momentos oportunos.
Pobrecito el cipote, si no es malo, es que los "cuilios", siempre le quieren hacer mal y Adrian, que siempre la acusó de haber matado a Chepe, nadie le sacó de la cabeza, que había sido ella.
Pero igual, que importaba, si desde que se quedó sola, vivieron mejor, la Esmeralda rompiéndose el lomo, para darle a su hijos todo lo que ella no tuvo, pagaba abogados para Pedro, escondía a Adrian cada vez que lo andaban buscando los policías, le recibió los hijos a sus hijas, mejor que fueran madres solteras, así no pasarían lo que ella.
Si, esas cipotas eran medio locas y tenían sus vicios, pero cómo no iba a protegerlas, si eran así por todo lo que les tocó vivir de pequeñas. Sus hijos no eran malos, es que la gente la traia con ellos.
Esmeralda tomó aire, en el camino, sintió todos los aromas del valle: los campos de maiz, de tabaco, el olor de las hortalizas recién cortadas, del olor a dulce quemado de la caña, del río, del invierno, del verano…
Recordó la noche en que Adrian regresó bañado de lodo, pero de un lodo, que era diferente, de un lodo rojo que olía a desgracia. Le quitó la ropa y se la enjuagó, cuando ya la tierra había salido de la ropa, solo escurría sangre.
Ella no tuvo que preguntarle, fue Adrian quien le contó, que le exigieron para su iniciación, hacer desaparecer a un conocido. Entonces fue por el hijo de la comadre, lo llevó por la vía hasta el pozo seco, lo apuñaló seis veces, lo tiró al pozo y huyó por la misma vía, se revolcó en la tierra para esconder la sangre.
- La siguiente es usté mamá. Le dijo mirándola a los ojos. - Me han dicho que la mate a usté, le confesó, llorando.
Esmeralda se fue al día siguiente para la iglesia, pidió perdón por todos sus pecados, lloró de impotencia, por no poder cambiar el destino de sus hijos, cambió su forma de vestir, hizo promesas, llevaba flores para el altar, iba a las vigilias y pidió por Adrian y por ella.
El sol al fin salió, podía ver las hermosísimas flores del cortes blanco en lo alto, pensó en el camino de la vía, bordeado por el flor amarilla, cuando venía de los campos de trabajar, parecía una visión, las flores de amarillo brillante perderse en el camino, con el cielo azul de verano, al fondo.
Ahí la violaron, ahí se levantó el machete que le asestó el golpe mortal a Chepe, caminando sobre las flores marchitas, venía, cuando la Lorena le dijo que estaba embarazada.
Viendo al flor amarilla, venía, cuando se dio cuenta que había un hombre al otro lado de la via, sabía que no era nada bueno, trató de disimular el miedo, siguió caminando y pensó cómo ese caserío de la Flor amarilla había sido su casa y su desgracia.
El hombre empezó a cercársele, cuchillo en mano, la Esmeralda rogó porque apareciera alguna alma, pero se dio cuenta que caminar por la vía del tren solo para poder ver al flor amarilla, le había traído mala suerte –Porques tan bruta de caminar sola por la via?! Le gritaba la madrastra, el día que la violaron –Si ella se lo busca! Recordó.
Empezó a apretar el paso, pidiéndole a Dios, cuando sintió otros pasos, volteó y era Adrian, corrió hacia él pensando la mala suerte que su muchacho tenía, mas que a sí misma, pensó en ese otro instante proteger a su hijo –Corré, le gritaba, corré que a vos te busca.
Una puñalada tras otra, seis veces, Esmeralda amaneció sangrando. Cuando el cielo se puso azul y las flores brillaban como oro, el dichoso fui seguía cantando y la Esmeralda seguía evocando las imágenes de la vía, por fin pudo cerrar los ojos y por primera vez en su vida se sintió en paz y feliz en su vía del flor amarilla.

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